PINCELADAS DE SENTIMIENTOS

Poniendo los puntos sobre las íes

en 9 de junio de 2014

Antes de empezar esta entrada, me gustaría comentar varias cosas. Normalmente no escribo de manera planificada y lo suelo hacer todo «del tirón». Es decir, me pongo delante del ordenador, dejo fluir lo que siento, reviso varias veces y envío. Este post es un poco diferente a los demás. Lo he escrito entre varios ratitos que he encontrado en mi rutina. Quizás te parezca un detalle sin importancia pero para mí es muy significativo. Verás, hace no tanto, cosa de año y medio o 2 años, podía pasarme al día una o dos horas escribiendo y leyendo sobre abusos sexuales en la infancia. Comentaba en varias webs dedicadas a ayuda mutua de supervivientes de ASI, leía blogs, actualizaba el mío… Me perdía literalmente en este tema a diario. Esta entrada es especial porque la he ido haciendo poco a poco. En cierto modo, ha ido naciendo, no fruto de un «arrebato» o de un momento en el que sentía que debía expresar lo que sentía sino fruto de la reflexión y la calma, aprovechando varios huecos en mi día a día, entre los trabajos de la facultad, las clases, y mi vida familiar y social, que por cierto, últimamente la estoy disfrutando más que nunca y me encanta 🙂 . No creo que sea un detalle sin importancia. Como ves, antes los abusos eran un tema primordial, principal, en mi día a día mientras que ahora hace mucho que pasaron a un tercer, cuarto o quinto plano en mi vida. No sé muy bien dónde los sitúo ahora mismo… Siguen presentes en mi vida, no lo voy a negar, porque sigo viendo a mi tío, mi agresor, a menudo y porque por un motivo u otro a veces vuelven a aparecer entre las conversaciones con mi madre.

Hoy ha sido uno de esos días. Antes también de empezar con el tema propiamente de esta entrada, quiero contar lo que ha pasado hace un ratito. Mi madre me volvió a sacar el tema. Alguna vez lo he comentado por aquí, muchas veces me he referido a los abusos como «mis fantasmas». Es la mejor manera de definirlos para mí: pertenecen al pasado pero, como un fantasma, tienen el poder de mezclar las fronteras del tiempo, traspasarlas y presentarse de nuevo en mi presente. Ahora que lo pienso, los sentimientos que han despertado en mí también son similares a los que producen los fantasmas: susto, desasosiego, intranquilidad, nervios, inquietud… Es curioso. Nunca lo había visto así. La cosa es que básicamente mi madre me ha vuelto a decir lo que me ha dicho tantas otras veces: «tu padre lo está pasando muy mal, no puede ver a tu tío, yo no sé qué hacer, estoy en medio, ¿Tú qué vas a hacer? Otra vez lo mismo, toda la vida con lo mismo…» No os hacéis una idea de la de veces que la he escuchado hablar así, decir estas mismas expresiones. Mi respuesta esta vez ha sido escucharla pero, al contrario que tantas otras veces, no me ha afectado. Le he respondido con toda la tranquilidad del mundo y sin perder los papeles en ningún momento: «eres adulta, puedes hacer lo que quieras. Entiendo que para papá sea duro pero a mí eso ya no me afecta. Si necesita ayuda para superarlo, que la pida como he hecho yo, si la necesita, o que no la pida, que haga lo que quiera. Yo tengo muy claro lo que voy a hacer, lo que he hecho siempre: apoyar y estar ahí con mi prima, mi tía y mis niños. Yo no pienso estar toda la vida dándole vueltas a lo mismo. Mi vida va mucho más allá. Lo tengo claro.» Ella ha seguido erre que erre con lo mismo y yo la he estado escuchando pero reconozco que ha habido un momento en el que he desconectado. Mi cabeza andaba pensando en lo que iba a hacer esta tarde. Por una vez, no me he sentido mal por ello. He recordado una frase que me dijo mi psicólogo hace tiempo «Quieres superar tu dolor y el de los que te rodean y eso es imposible.» Así de simple. Hoy he entendido que no es mi problema que mis padres sigan enredados con el tema. Ni puedo ni debo intentar superar su dolor, pero si ha llegado un punto en el que no me afecta ni siento que los comentarios que mis padres, en concreto mi madre, me hagan me hacen daño ni me hacen retroceder en cierto modo o dudar de mi historia ni de mis sentimientos, tanto los que he tenido en mi pasado como los que tengo ahora en mi presente. No sé cómo explicarlo… Es una sensación bonita, me gusta 🙂 . 

Otro detalle también que me ha llamado la atención es el título de esta entrada. Normalmente no me lo suelo pensar mucho porque me salen solos. Esta vez me ha costado un poco más. Hace un rato, mientras hablaba con mi madre, se me vino a la cabeza «poner los puntos sobre las íes» y me gustó. En el blog http://tripodologia-felina.blogspot.com.es/2008/04/poner-los-puntos-sobre-las-es.html he encontrado esta definición de esta expresión: ‘»Poner los puntos sobre las íes» es una expresión que significa puntualizar o concretar; añadir en un asunto, o en algo que se dice, ciertas observaciones que no dejan lugar a dudas o tergiversaciones.’ Bien, esto es exactamente lo que me gustaría conseguir con este post. Siento que, en general, hay tantas falsas creencias sobre los ASI y las personas que los han vivido que me gustaría explicar, desde mi propia experiencia estos puntos que están un poco borrosos para que, al menos para quien me lea, no quede lugar para las dudas.

El tema de esta entrada nació la semana pasada a raíz de leer una entrada que escribió hace tiempo una mujer a la que admiro. Ella es mucho más que una superviviente de abusos sexuales infantiles, es toda una guerrera que no le ha bastado con luchar contra su propio monstruo sino que además dedica parte de su tiempo a denunciar y decir a cara descubierta que los abusos sexuales existen. Seguro que algunos de los que pasáis por aquí la conocéis, se trata de la pequeña Némesis. En esta entrada que escribió hace ya tiempo http://nemesisenelaverno.blogspot.com.es/2012/11/cosas-que-no-hay-que-decirnos.html?spref=tw da respuestas a muchas preguntas bastante dolorosas que como supervivientes de abusos sexuales en la infancia hemos tenido que responder alguna vez… 

Si estás leyéndome y tienes algún caso cercano, por favor, sé paciente. No juzgues. Ése es, desde mi punto de vista, el mejor consejo que te puedo dar. Bastante nos hemos juzgado ya nosotros a nosotros mismos durante muchos años. Si alguien se te acerca y te cuenta que ha sido víctima, que ha sufrido abusos sexuales en la infancia escúchale con paciencia y cariño pero ten mucho tacto con las palabras que les dices. Somos mucho más fuertes de lo que la gente que no ha pasado por una experiencia así se imagina porque no nos ha quedado otra más que ser fuertes pero a la vez también somos muy vulnerables y frases como éstas nos pueden hacer mucho daño:

—> ¿Por qué no lo contaste entonces? ¿Por qué no lo denunciaste si tanto daño te hizo?

La respuesta general es clara: por miedo. Miedo al rechazo, a romper la unidad familiar, a que no te crean, miedo a cómo te vayan a juzgar, miedo a que te culpen por «haberte dejado hacer»… Me identifico con estos miedos porque los he sentido todos. Yo sí que lo conté, el día que mi tío intentó ir un poco más lejos. En mi caso, mi tío no fue más allá de caricias, por todo el cuerpo, incluyendo por supuesto mis partes más íntimas, besos en el cuello y alguna frase del tipo «te encanta, verdad? Yo sé que te encanta.» Tanto los besos en el cuello como estas frases los he recordado a raíz de pedir ayuda psicológica. Ahora entiendo que si hubiese vivido sabiendo estos detalles, aunque puedan parecer detalles pequeños sin mucha importancia, mi sentimiento de culpabilidad hubiese sido aún más insoportable de lo que ya era de por sí. No os hacéis una idea de lo que he tenido que llorar cada pequeño recuerdo que mi mente me ha enviado. Revivir su respiración y como adulta sentir pánico, entender que aquello no era un juego, que de verdad mi tío sentía placer tocándome… Es duro, muy duro y me ha provocado sentimientos de repugnancia, rabia, y un dolor inmenso, como si mi alma se quebrase con cada nueva imagen. Todo esto ocurría durante la hora de la siesta. Supuestamente, mi tío y yo dormíamos en el dormitorio de mi tía mientras la casa estaba llena de gente: mi tía, mis primos, mi abuelo y ninguno sospechaba nada o si lo hacían preferían mirar hacia otro lado. Otro recuerdo que también se me vino fue mi abuelo diciendo «el juego con tu tío no va a acabar bien» o mi tía diciéndole a mi tío «normal que le encanten las cosquillas. Con lo que me gustan a mí! Anda que la niña es tonta.» En teoría eran cosquillas. Así de simple, así de inocente. Mi cuerpo reaccionaba ante las caricias de mi tío y claro que me encantaba lo que me hacía, aunque fuese una niña de 10 años. Los abusos no duraron más de 10 – 15 días porque un día yo me asusté y salí corriendo. Entonces mi padre me vio mal, llorando, yo le dije lo primero que se me vino a la cabeza «mi tío quería bailar conmigo». No sé porqué dije eso pero desde ese día mi familia quedó rota. Mi padre a día de hoy sigue sin hablarse con mi tía ni mis primos, mi madre está en medio. Mi tía y mis primos no sé hasta qué punto saben o prefieren no saber. No he denunciado ni lo pienso hacer a día de hoy porque bastante me ha costado superar la culpabilidad por haber hablado ese día y «haber roto a mi familia», que de sobra sé ahora que el único que ha roto a mi familia fue mi tío. Lo cierto es que ahora mismo estoy bien como estoy. Una vez estuve a punto de coger el teléfono y hablar con mi tío pero entonces se me vino la imagen de mi tía llorando y entendí que no podría soportarlo… Es curioso. En mi caso, ahora me paro a verlo desde otro modo. No valdría el «no denuncio para no romper ni destrozar mi familia con mi historia» porque ya está rota de por sí, quizás no lo hago por no romperla aún más, o porque no estoy preparada a día de hoy para ver el dolor en mi tía y en mi prima… Creo que esto sería lo más doloroso para mí, lo que me detiene a hablar con ellas y decirle lo que pasó. No sé qué pasará mañana, quizás lo denuncie o quizás no… Eso el tiempo me lo dirá. 

–> Si hablas ahora de esto es para vengarte, o para dar pena… Te gusta hacerte la víctima. ¡Te encanta llamar la atención y ya no sabes por dónde salir!  

Si, claro, no tengo yo otra cosa mejor que hacer que dar pena… Verás, si me conocieras en persona verías que soy una chica alegre y optimista, que se pasa los días bromeando, ilusionándose con pequeñas cosas del día a día, que no para y tiene la agenda hasta arriba de trabajo y planes, que ando animando siempre a los demás, sensible y empática, muy, muy cariñosa y atenta con todos. Me puedo definir de muchas maneras pero la palabra víctima no va conmigo. Me he dado cuenta de que cuando era pequeña en un momento puntual de mi infancia fui víctima de abusos sexuales pero ya no y yo soy mucho más que eso. Lo abusos es una parte de mi vida, la más dolorosa, no te lo voy a negar pero no soy sólo eso. Algo que quiero comentar aquí, me he dado cuenta de que solemos ser personas muy empáticas y sensibles con el dolor de los demás, quizás algo tenga que ver nuestra historia pero eso no hay que confundirlo con ser débil ni ir de víctima. Si hablamos de nuestra historia de abusos es simplemente porque es nuestra manera de superar nuestro dolor. Te haces una idea lo que es pasar años de tu vida guardando un secreto que te está matando poco a poco por dentro? Eso es lo que nos ha pasado a las personas que hemos vivido abusos sexuales durante nuestra infancia o en un momento puntual de ella. Hemos cargado durante muchos años con una mochila muy pesada, mucho, y nuestra manera de ir desprendiéndonos de ella es hablar. Como me dijo mi psicólogo una vez, hablar cura. 

—> Pobrecita…

No me gusta nada sentir que doy lástima. No soy más que alguien que no haya pasado por una experiencia similar a la mía pero tampoco soy inferior. Seguro que tú también has pasado por experiencias dolorosas y no te hace gracia que alguien te diga «pobre…» A mí la vida me enseñó siendo muy niña que tu vida, tu mundo, puede cambiar de un momento a otro y lo he pasado muy mal debido a todo lo que ha pasado en mi vida a raíz de los abusos pero también he aprendido mucho. La lástima, la pena, ese «pobrecita» son palabras y sentimientos con los que no me identifico. 

—> Debes tratar de superarlo. Pero eso fue hace un montón de tiempo. No sirve de nada remover el pasado.

Una vez me molesté con mi mejor amiga porque me dijo algo muy parecido. En el momento no reaccioné pero al rato la llamé por teléfono llorando y diciéndole «yo no quiero estar así…» Es verdad, habían pasado por entonces unos 11 o 12 años desde que mi tío abusó sexualmente de mí pero yo andaba atormentada por mis fantasmas. Fue la época en la que se me venían recuerdos nuevos, esos de los que acabo de hablar hace un momento, y aunque fuesen pequeños detalles, para mí eran muy dolorosos y yo no sabía cómo encajarlos. Me he pasado 3 años y medio de mi vida trabajando conscientemente, es decir con ayuda psicológica, por superarlos y no ha sido nada fácil pero a día de hoy digo alto y claro que si, remover el pasado sirve de mucho. Sentía que necesitaba ordenar y entender todo mi pasado para poder avanzar, y sabéis qué? Es de las decisiones que he tomado en mi vida de las que más orgullosa me siento. Si sientes que debes entender tu pasado para avanzar porque en cierto modo te ata y te ancla, qué hay de malo en removerlo e intentar entenderlo? Si es lo que tú necesitas, adelante. Es doloroso para todos, tanto para ti si lo has vivido en primera persona como para los que están a tu alrededor pero creéme, es necesario. Te lo digo por experiencia propia. Cuando ahora me veo mirando al frente con tantos proyectos y sueños nuevos, con tantas ilusiones, me emociono y tengo la certeza de que no me encontraría en este punto tan bonito, mirando adelante de esta manera con tanta paz y tanta calma, si antes no hubiese hecho las paces con mi pasado. Lo tengo claro. La paz que hoy siento es fruto también de haber removido y ordenado todo el torbellino de sentimientos que mi niña interior sentía. Mi pequeña hoy está en calma y tiene ganas de soñar conmigo. Caminamos juntas, antes no. Insisto, remover el pasado es necesario para poder avanzar hacia adelante.

—> ¡Pero si sólo era un juego de niños! ¿No estarás exagerando las cosas? ¿No será que alguien te ha hecho pensar que esas caricias son malas? ¡Qué sabrás tú de sufrimientos y maltratos! ¡Tú has visto muchas películas! ¿Puede ser que haya parte de imaginación en tus recuerdos?

Uffff… Estas frases duelen mucho… Por un lado, he leído a muchas personas que han pasado por experiencias similares a las mías y algo en lo que coincidimos todas es que, al contrario de lo que mucha gente se piensa, tendemos a minimizar nuestra historia. «No fue para tanto en realidad…» «Y si no fue para tanto por qué me siento tan mal? Es que soy débil?» En mi caso concreto, yo me enteré de que lo que viví fueron abusos sexuales cuando me decidí a pedir ayuda psicológica. Recuerdo que durante la segunda sesión mi psicólogo me dijo «has vivido un episodio de abusos sexuales» y yo me removí de la silla, «¿cómo? ¿Abusos sexuales?» Él me tuvo que dar una definición de lo que son porque yo nunca los había llamado así antes, jamás. Tuve que reconocer que encajaba perfectamente con lo que había vivido. Si nos imaginásemos una escala de gravedad en los ASI, mis abusos entrarían dentro de los leves porque duraron poco en el tiempo y mi tío con 50 años no fue más allá de acariciarme el pecho y el pubis mientras se excitaba. Yo tenía 10 años y mientras él se divertía con mi cuerpo de mujercita, yo me hacía la dormida ¿Te parece que éso es un juego de niños? No. No lo es. Los ASI no pueden medirse en una escala. Por suerte, mi mente me ha estado protegiendo muchos años hasta que he estado lista para afrontarlo todo. Un niño no se inventa estos recuerdos. Al contrario, un niño va creciendo y olvida detalles que no es capaz de asimilar para poder seguir con su vida. Hay detalles muy dolorosos con los que un niño es incapaz de vivir, ni de asimilar. Un niño no es capaz de inventarse una historia de abusos porque su mente es inocente. 

–> ¿Te penetró? ¿O sólo te tocó? ¿Pero fue una vez o varias? Sí, sí, lo del abuso está mal, pero júrame que no te penetró.   

(Reconozco que en esta pregunta tuve que parar. Es muy difícil para mí contestarla). Sólo me tocó, no me violó pero ¿Sabes la de veces que me he planteado qué hubiese pasado si no hubiese salido corriendo aquella tarde? ¿Quién sabe lo que hubiese pasado, hasta dónde habría llegado mi tío? No lo sé. A día de hoy tengo muy claro, como me dijo mi psicólogo el primer día, que salir corriendo fue lo mejor que pude hacer y doy gracias porque mis piernas tuvieron fuerzas, ya que no siempre es así. El miedo también paraliza y nos deja incapaz de reaccionar. Por suerte, a mí me hizo salir corriendo. Los ojos de mi tío me dieron pánico esa tarde. Fue una tarde distinta. Después del rato de «siesta» en el cuarto de mis tíos, pasamos al cuarto de mis primos y ahí me cogió las muñecas y no quería que me fuese. «Esto es un juego, ya me he cansado de jugar ¿Por qué no me deja irme?» No tenía otra cosa en mi cabecita. Durante años lo he pasado fatal cada vez que alguien me cogía de las muñecas, me he reprochado a mí misma haber salido corriendo «si en realidad no fue para tanto…», acudí a mis padres y ya sabéis muchos cuál fue la reacción… Mi madre me culpó «tienes que aprender que los hombres son así». En el caso de los ASI los detalles de los abusos en sí no son lo único importante, influyen otros muchos factores: la reacción del entorno, que los abusos se den dentro o fuera del círculo familiar, la reacción del niño… He leído historias muy dolorosas de abusos graves continuados en el tiempo durante muchos años, incluyendo violaciones, que a mí me parecen insoportables y me ha sorprendido muchísimo cuando alguna de estas mujeres me ha escrito en mi blog diciéndome cosas como «admiro la fortaleza que tienes. Te cruzas casi a diario con tu tío y sigues adelante con tu vida. Yo no sé si podría hacerlo…» Al leer comentarios así he entendido que mi historia no es la más dura, claro que no, pero también tiene sus partes complicadas. Con todo esto quiero decir que cada historia es un mundo y que creo que no se puede hacer una escala de gravedad de los ASI. Como leí a una chica hace un par de años, desde el momento en el que un adulto toca a un niño, su inocencia se rompe, los detalles de los abusos en sí no son importantes. Para mí lo que de verdad importa es que los abusos sexuales dejan unas secuelas muy difíciles de superar: culpabilidad, baja autoestima, vergüenza, ataques de ansiedad, cambios bruscos de humor, diversas fobias y miedos, repugnancia hacia el propio cuerpo, y un largo etcétera. Estas secuelas surgen muchas de ellas con el paso de los años, mucho tiempo incluso después de que los abusos hayan terminado y éso es lo que la mayoría de la gente ajena a este tema no es consciente.  

 –> Parece que tomas el abuso sexual como estandarte de tu vida, supéralo ya. 

Estamos en todo nuestro derecho de hacerlo. Si a ti, que no lo has vivido, te escuece y te parece incómodo mirarlo ¿Te imaginas lo que es vivirlo en primera persona? Soy de las que piensa que se debe hablar del abuso sexual infantil, ponerle nombre y cara, aunque reconozco que yo misma me veo incapaz de hacerlo totalmente a cara descubierta. Es decir, sin el anonimato y la seguridad que me da este blog. Antes hablaba mucho más de los ASI y de vez en cuando ponía algo en mi perfil de las redes sociales relacionado con el tema, alguna noticia o algo así por el estilo. Ahora lo hago de manera puntual pero tengo claro que, de un modo u otro, de la manera en que me sea posible en cada momento de mi vida, ayudaré a concienciar, a que la sociedad se quite esta venda que parece que tiene en los ojos en cuanto a este tema. 20 de cada 100 niños sufren abusos sexuales. Estamos hablando de algo que ocurre en España ahora mismo ¿Te has parado un momento, sólo un momento, a pensarlo de verdad? 20 de cada 100 niños. Yo he sido una de esas 20 niñas y a día de hoy soy una chica y siento que lo he superado pero se trata de mucho, mucho más que una estadística ante la que me niego a quedarme de brazos cruzados. No hago ningún mal a nadie denunciándolo. Si te gusta bien, y si, por el motivo que sea no te gusta o te molesta, es tu problema. El mío no.   

–> Tal vez no deberías contarlo… No hace falta que lo sepa todo el mundo. Si hablas destruirás a la familia. Vale, ve a terapia, pero que no se entere nadie. ¿Seguro que necesitas la terapia, con lo que te gastas ahí…? no se lo digas a nadie. 

Siento que, en cierto modo, ya he respondido a esta afirmación en otras preguntas de esta entrada. Me gustaría añadir que hay secretos que hacen mucho daño y cuando ese secreto habla de algo tan doloroso como es una historia de abusos sexuales, el secretismo no sólo no hace ningún bien ni ayuda en absoluto sino que además contribuye a aumentar aún más el dolor que causan. Vale, no se lo cuento a nadie ¿y? ¿Eso borra lo que he vivido? ¿Lo cambia? ¿Lo disminuye? ¿Ayuda a que mi dolor sea más soportable? ¿Me ayuda a curar mi herida? La respuesta a todas estas preguntas es no. Es parte de mi historia y como mía que es yo decido en cada momento a quién contárselo y a quién no, cuándo hablar y cuando prefiero callarme. Por supuesto, yo decido si debo pedir ayuda psicológica o no. Si me lees desde España, algo que yo hasta hace 3 años y medio no sabía es que entre las especialidades de la seguridad social está también salud mental. En mi caso, por suerte, he podido pedir ayuda psicológica porque he estado yendo por la seguridad social. En el momento en el que la pedí no estaba trabajando y además no quería contárselo a mis padres ni pedirle ayuda económica a ellos. Fue la única opción que vi y estoy muy contenta. No he ido nunca al psicólogo por lo privado por tanto no puedo comparar ni decir si es mejor o peor pero si te garantizo que hay buenos profesionales que hacen muy bien su trabajo. Como me dijo mi doctora de cabecera cuando fui a pedirle ayuda, su trabajo es ayudar a curar a las personas y hay veces en las que lo que está mal es el alma. El alma también se puede curar.   

 –> ¿Pero puedes tener relaciones sexuales? Quien lo diría de ti se te ve normal, y muy sonriente y simpática… 

Creo que ésta es una de las grandes falsas creencias. Lo pienso y creo que posiblemente yo si no lo hubiese vivido, también me imaginaría que alguien que ha sufrido abusos sexuales en la infancia se pasa los días llorando por las esquinas y triste. Claro que tenemos nuestras rachas y nuestros momentos complicados pero no siempre es así. Algo que me encanta y que me he dado cuenta que tenemos en común todas las personas que hemos vivido ASI es que somos resilientes. Descubrí hace un par de años esta palabra y me gusta mucho. Este término hace referencia a «la capacidad de los sujetos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas. Cuando un sujeto o grupo es capaz de hacerlo, se dice que tiene una resiliencia adecuada, y puede sobreponerse a contratiempos o incluso resultar fortalecido por éstos. Actualmente, la resiliencia se aborda desde la psicología positiva, la cual se centra en las capacidades, valores y atributos positivos de los seres humanos, y no en sus debilidades y patologías, como lo hace la psicología tradicional. El concepto de resiliencia se corresponde aproximadamente con el término «entereza»». Hoy va el día de definiciones 😉 ésta la he sacado de wikipedia. Con ella quiero responder a esta afirmación. Es complicado pero sí podemos tener relaciones sexuales y disfrutar de ellas. Claro que podemos sonreír y disfrutar de nuestra vida ¿Sabéis? La gente que me conoce sin necesidad de llegar a ser íntimos, me suelen decir que transmito optimismo y alegría. Cuando me han dicho eso me encanta pararme a pensar «Me pregunto qué pensarían si supieran todo el dolor que he sufrido, lo mal que lo he pasado siendo tan joven…» Pero todo eso ya pasó. Ahora tengo un presente que me encanta y vislumbro un futuro que me ilusiona, lleno de proyectos y sueños por los que luchar día a día, como a mí me gusta, disfrutando del camino a sorbitos pequeñitos.

 

Gracias de todo corazón por estar ahí, por llegar hasta aquí conmigo. 🙂

Un abrazo enorme.

 ❤


Una respuesta a «Poniendo los puntos sobre las íes»

  1. Némesis dice:

    Gracias por la mención.
    Me ha encantado leer tus respuestas a las preguntas que yo misma me hice una vez.
    Y me encanta leerte así de sana.

    Un abrazo desde el Averno.

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